Cuanto escandaliza el suicidio, incluso para una sociedad que romantiza la muerte es un tema tabú que se guarda al final del cajón de toda conversación, de todo pensamiento de hecho. Sin embargo, toda regla tiene su excepción, y así como muchas personas evitan el tema, hay otras tantas que no pueden soltarlo.
Podemos hacer una lista infinita de todas aquellas personas que han considerado quitarse la vida y las posibles consecuencias de esto en las vidas de quienes los rodean, porque algo hay de peso en las ideas que se tienen respecto las opiniones ajenas.
La ideación suicida se presenta casi silenciosa, no respeta edad, sexo, nacionalidad, nada, absolutamente nada. Es posible que, en el imaginario, una persona que desee terminar con su vida sea un sujeto cuya vida está sumergida en vivencias tortuosas, que lo ha perdido todo y que se encuentra triste y cabizbajo caminando con la vista al suelo incapaz de sonreír. La verdad es que, generalmente, la ideación suicida se adorna de bellas sonrisas y escandalosos momentos de diversión y, hay que aceptarlo, se presenta en cualquier edad, incluyendo a niños, niñas y adolescentes. La ideación suicida no es exclusiva de adultos o ancianos.
Sin embargo, pensar o hablar de la ideación suicida en adolescentes puede resultar altamente chocante, es un tema que representa dos ideas que de cierta manera se contradicen. Por una parte, está la juventud, el inicio de la vida, las vivencias, experiencias, la representación de la energía, fuerza y vitalidad, nunca se ama de verdad como en la juventud. Y, por otra parte, esta justamente la finalización de todo, el borrado de cualquier posibilidad, de cualquier futuro.
La idea del adolescente atrevido y feliz, que todo lo tiene o que todo lo puede y que solo quiere comerse al mundo no siempre es real, en ocasiones, el adolescente puede sentir la desesperación de ser él quien está siendo devorado por el mundo.
Aquí es importante recordar algo, el planeta tierra no solo está habitado por humanos, los humanos no son el centro del universo, y ahora, más específicamente, los humanos adultos no son los seres superiores de la Tierra, no son las criaturas más sabias, ni lo saben todo, por lo tanto, no pueden decir quién tiene el derecho de sufrir ni elegir qué o cuáles son los motivos válidos para sentir dolor, pena o desesperanza.
Es menester mencionar esto ya que, existe la alta probabilidad de que cientos de adultos minimicen las vivencias que adolecen las y los jóvenes. Que compleja tarea la de ser joven en un mundo adultocentrista. Un mundo liderado por personas con ínfulas de superioridad que sueltan comentarios minimizando, menospreciando o ridiculizando el sentir de la vida de nuestros adolescentes, sin siquiera una pizca de empatía ni cuestionamiento.
En su libro Pensamiento Suicida, Eguiluz y Santillán (2023), presentan algunos factores de riesgo respecto al acto suicida, como lo sería alguna situación traumática de la infancia, acoso escolar, violencia intrafamiliar, e inclusive tener relación con una persona que haya cometido suicidio. Estos factores deben ser identificados puesto que, en la actualidad, el suicidio en adolescentes ha ido en aumento hasta llegar a ser uno de los principales motivos de muertes en adolescentes.
La ideación suicida es un tema de salud mental que debe ser atendido, precisamente, por profesionales de la salud mental, “echarle ganas”, o “dejar de pensar en eso”, es un discurso común y totalmente alejado en lo referente a la ideación suicida. No se trata de no hablarlo, no se trata de ocultarlo, muy al contrario, es menester que la población esté enterada e informada de lo qué es el suicidio y la ideación suicida en general y por supuesto en niños, niñas y adolescentes.
Es importante que el tabú de la ideación suicida en adolescentes desaparezca y así se pueda identificar si una persona requiere asistencia, esa es la magia de la información, tiene la capacidad de prevenir e intervenir. Por lo tanto, es importante que se preste atención a los jóvenes con los que se pueda convivir, y saber que un intento de suicidio no es una manera de llamar la atención, tal vez pueda considerarse un grito desesperado y silencioso de auxilio, la persona que piensa en el suicidio está sufriendo desesperadamente, y sí, eso incluye a los adolescentes.
También es importante, como bien lo mencionan Eguiluz y Santillán (2023), saber que si un adolescente ha tenido intentos de suicidio es muy probable que siga probando hasta conseguirlo, más que tenerlo como un intento de suicidio debería pensarse como un suicidio frustrado, ya existía la intención de morir, pero algo falló.
Tal vez también se pueda cambiar la palabra, ya que más que morir, lo que la persona busca es dejar de existir, así de pesada es la carga que lleva. El adolescente no quiere llamar la atención, realmente quiere desaparecer, algo en él o ella le dice constantemente que el mundo estaría mejor sin su presencia, que nadie lo extrañaría y que sería una carga menos. Y estas frases de menosprecio internas en algún momento llegaron del exterior.
El o la adolescente se puede estar ahogando y muchos no pueden notarlo, precisamente por estas concepciones sociales que se repiten hasta el cansancio; que los y las adolescentes son jóvenes, que no saben, que exageran, que no deberían sufrir ni llorar porque la vida no les cuesta, no saben lo que es el dolor, que algún día lo sabrán, y un gran etcétera. Las experiencias del adulto como tema central único y totalmente justificable, excluye el sentir, el dolor y la pena del adolescente.
Pero no todo está perdido, los adolescentes no son una raza distinta, son personas que piensan, sienten, hacen, viven, aman y sueñan. Disfrutan de la música, la buena compañía, las artes y ser escuchados, ser realmente escuchados sin que exista una reprimenda de por medio, nadie quiere ser juzgado por sus expresiones.
El suicidio en adolescentes es un problema que ha ido creciendo en México, la solución no es invisibilizarlo, sino muy al contrario, hablarlo y gritarlo para que todo el mundo tenga las herramientas necesarias para hacer una intervención adecuada. Lo cual implicaría una escucha activa sin juzgar, condenar, ridiculizar ni minimizar las vivencias por las que puede estar pasando el o la joven. Es importante cuidar nuestro vocabulario hacia la otra persona, para evitar ofensas que refuercen pensamientos autodestructivos en los jóvenes. Mostrar una actitud abierta ante los temas de muerte y suicidio para esclarecer cualquier duda. Y finalmente recordar que, un acompañamiento sincero puede ser el puerto seguro que se necesita, porque hablar del suicidio no lo promueve, sino que lo previene.
Eguiluz, L., y Santillan, C. (2023) Pensamiento suicida. Pautas de intervención clínica con niños y adolescentes. Editorial PAX. Primera edición.
La salud mental no es una meta, sino un proceso.
Se trata del camino, no del destino.